domingo, 21 de marzo de 2010

Forever young

Siempre quiso ser Dorian Gray. Se pasaba los días descontando años, momentos y recuerdos. Cada noche escuchaba canciones que hablasen de la eterna juventud. Pensaba que nada ni nadie haría que el tiempo transcurriera para él y, si se topaba con algo, encontraba la forma de huir. Creía que era demasiado especial. Una tragedia patente.

Ella consiguió enseñarle quién era, le abrió la puerta de sí mismo. Pero él acabó dando la espalda a esa realidad, a la tez de porcelana y mirada transparente que le decían tanto. La llegó a aborrecer por ello y por la inteligencia que albergaba una mente tan clara. Rompió los espejos de sus ojos que se deshicieron en lágrimas. Para no verse más. Le hacía sentirse tan viejo…

Se alejó de todo lo que tenía para empezar otra vez. Una nueva vida, una nueva juventud que nunca se acabara, olvidar su pasado para crear otro desde cero. Él quería ir más atrás,  volver a la ignorancia de sí mismo, estancar su propia memoria. 

Quería ser Dorian sin contar con la soledad que supone la condena a una vida inmortal, siempre huyendo de su propio reflejo.


Marta Castaño 2010


En memoria de Oscar Wilde y de alguna que otra persona más.

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