Este ejemplar puede encontrarse en los labios de aquellas personas inocentes y confiadas en la existencia del príncipe azul, tal como le contaron los cuentos de hadas, con el agravante de estar convencidas de haberlo encontrado y de compartir su pan y su rutina con él.
Este beso no se premedita; quien lo entrega desconoce su efecto y de repente, ante sus ojos, el receptor, de un solo beso, pasa del estado de príncipe soñado al de rana común, muy común, de charca, sin ni siquiera enterarse.
A partir de ese momento no habrá forma ni antídoto que haga regresar de su estado de batracio al hombre encantado.
Queda por descubrir cuál es realmente su imagen primitiva (hombre o rana).
Se sirve a temperatura ambiente, pero una vez servido, ésta desciende hasta el grado de la decepción y suena un “uuua, uuua, uua, uuua” de concurso televisivo.
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Posología:Una sola dosis. Después de suministrarla es importante documentarse sobre las condiciones idóneas para la vida de un batracio, o buscar una charca agradable y confortable para depositar al príncipe reconvertido y salir corriendo.
Efectos secundarios: Puede producir una sensación de espejismo que se diluye al escuchar croar al animal un par de veces.
Fragmento del libro "Catálogo de besos" de Raquel Díaz Reguera