domingo, 2 de mayo de 2010

Himno a la caridad (Corintios, 13)

Aunque yo hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como bronce que suena o címbalo que se retiñe.


Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviese tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy.

Aunque repartiera todos mis bienes entre los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada me aprovecha.

El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; no ofende, no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia pero se alegra de la verdad.

Todo lo excusa. Lo cree todo. Todo lo espera. Todo lo soporta.

Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia. Pero el amor no acabará jamás.

1 comentario:

maría jesús dijo...

Este es el amor de Dios por cada uno. De cada cual depende vivir así, aceptarlo o no. ¿Por qué tanto encono? ¿Por qué no eceptar un regalo?